Mente y espíritu | Editorial
- Publicado en Abr 16, 2023
- Sección Columnistas
Los hechos infortunadamente son más tozudos que los anhelos de evitar que pasen. Cuando hace unos meses la ciudad pensaba que descansaría de seguir siendo escenario de los suicidios en el puente que comunica a los barrios La Azotea y Galán, en Villavicencio, las tragedias han seguido ocurriendo.
Se exigió a la administración municipal la instalación de mallas protectoras que impidieran que más personas desesperadas se lanzaran desde allí, pensando que la solución sería así de simple y, con dolor, nos hemos enfrentado a la realidad de que las causas son más profundas.
Hombres y mujeres han seguido lanzándose no solo desde “el puente de los muertos”, como morbosamente se le conoce, sino que han buscado otros sitios para poderlo hacer. Hace dos semanas, en menos de 24 horas, dos suicidios y un intento, fueron la demostración de que algo muy grave pasa por la mente de todas las personas y que no serán las obras de infraestructura lo que impida que el fenómeno siga pasando.
Tampoco serán las campañas mediáticas y esporádicas que hagan las autoridades, pues también por eso hemos pasado, sin que haya soluciones reales.
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Los expertos en el tema sugieren que más del 90% de las personas que decide suicidarse, padece de algún tipo de problema de salud mental en el momento de quitarse la vida. Esas enfermedades mentales provienen en muchos casos de experiencias negativas, como un trauma infantil sin resolver.
¿Es aquí donde nace el pensamiento suicida? Es muy posible, sin embargo con la pandemia también se crearon otros vacíos en personas adultas que se creían estables mentalmente, pero que no han podido llenar con el retorno a la normalidad.
Quienes toman la fatal decisión es porque la depresión ha logrado llevarlos a tal grado de desesperación que no hallan ninguna otra salida, por eso los psicólogos hablan de las señales de alerta en las que debemos estar atentos. No obstante, la actual sociedad está tan ensimismada que difícilmente nos damos cuenta de lo que pasa en el entorno más cercano.
Si a los traumas del pasado se suman las experiencias negativas, que hoy pululan en un mundo cruel materialista y egoísta, y de contera hay una baja autoestima, todo da un coctel explosivo para que se acentúen esos cuadros clínicos que necesitan atención.
Y todo no pasa por los medicamentos o las consultas con expertos psiquiatras. Tener un plano espiritual en calma, reflexivo, que pueda ver más allá de las cosas materiales, es importante para no perder la cordura. Al margen de las creencias, buscar respuestas más allá de lo evidente puede ser una luz en la oscuridad de los pensamientos.
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