EMSA: importa tener buen servicio | Editorial

¿A usted como usuario le importa si la Electrificadora del Meta pasa al sector privado? ¿O preferiría que tal vez cambiando de manos sea posible por fin tener un mejor servicio en la región?

La EMSA, descaradamente, ha sido usada como fortín burocrático de diferentes políticos a lo largo del tiempo. Justo apenas hace un año era un escándalo la forma en que el senador Jhonatan Tamayo, al parecer y de acuerdo a correos electrónicos, tuvo acceso a información clasificada y reservada sobre un proceso licitatorio por $16.000 millones en la empresa.

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El caso le costó el cargo al gerente de ese entonces, Carlos Rodríguez, quien renunció en medio de acusaciones por haber filtrado información, junto al gerente comercial, Wilson Patiño, quien también se retiró del cargo.

Pero no ha sido el único episodio. Queramos o no reconocerlo, la injerencia de sectores políticos sobre la empresa, incluso de senadores de regiones como la Costa Atlántica, ha sido evidente también en otras épocas, lo que ha determinado la nominación de gerentes a dedo.

Esto es una realidad que impide crear un gobierno corporativo fuerte como sucede en las Empresas Públicas de Medellín, la cual se caracteriza por una alta gerencia y básicamente esta proscrita la influencia politiquera. De hecho, han sido noticia nacional los señalamientos sobre el alcalde Daniel Quintero por su injerencia en las decisiones administrativas y estratégicas del Grupo EPM.

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Aunque desde 2001 existe un documento Conpes en el que se recomienda vender la participación accionaria que tiene el Gobierno Nacional en varias electrificadoras del país, entre ellas la EMSA, cada cuatro años el tema de la venta de la electrificadora se convierte en un caballito de batalla para las campañas a Congreso.

Quienes defienden la no privatización de la empresa argumentan una defensa férrea del “patrimonio de la región” y del “patrimonio de lo público”, pero lo cierto es que esos dos “patrimonios” nunca han redundado en un mejor servicio a los usuarios y seguimos peleando con la electrificadora cada vez que se nos quema un electrodoméstico en la casa; cuando se va la luz en medio de entrevistas o exámenes en la virtualidad o debemos hacer interminables filas para reclamar en sus oficinas.

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No debemos tenerle miedo a la discusión por la privatización de la EMSA ni satanizarla per sé. Dejar de lado posiciones chovinistas y plantearse realmente si un cambio, cualquiera que sea, podría traer un mejor servicio público, como sucedió tras la desaparición de Electricaribe. Lo que importa es tener un servicio de calidad.