Los discursos | Editorial
- Publicado en Jun 05, 2022
- Sección Columnistas
Nada se puede construir sobre el odio, sobre la premisa de que todo lo del otro está mal y lo que hago yo está bien. Nada se puede construir cuando se piensa en clausurar las voces de los que no opinan igual que yo.
Otra Colombia es posible si, y solo sí, hay un esfuerzo colectivo de entendimiento entre la sociedad y sus líderes, quienes hoy tienen una gran responsabilidad a través del ejemplo en el discurso.
Las heridas que dejó el conflicto armado en Colombia deben hacernos destacar la importancia del perdón en la construcción de esa paz que todos necesitamos y sobre todo nuestro país que ha tenido situaciones de conflicto armado prolongado.
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Cuando hay víctimas, especialmente de personas inocentes como en Colombia, cada una de las partes del conflicto empieza a culpar a la otra.
Tras la jornada electoral del domingo, pareciera que los candidatos y sus estrategas provocan de manera intencional una emoción colectiva que apunta más a la legitimación de aquellas narrativas que estimulan de diferentes maneras las brechas que de por sí ya existen entre la sociedad.
Ese lenguaje con el que se busca un enfrentamiento entre ricos y pobres o la criminalización de aquel que piensa diferente, es un camino seguro a escenarios de enfrentamientos civiles de los que sabemos cómo entramos pero no cómo salimos.
Edificar la imagen de un enemigo público que parece común es mucho más fácil y rápido con las redes sociales, sin embargo, estas mismas hacen que aparezcan varios en el imaginario colectivo, con el riesgo latente de “graduar de enemigo” a quien crea en mi otro opuesto imaginario.
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En la teoría parece un trabalenguas, pero en la práctica es lo que podemos vivir en los chat de las redes sociales y es lo que pasa en las campañas políticas que, con sutileza, han trasladado la amenaza imaginaria incluso a la discusión interior de las familias.
Es evidente que tras la jornada del domingo, hubo al menos una estrategia claramente instalada mediante el discurso narrativo y visual para desacreditar al candidato de enfrente y, con él, a todos sus seguidores.
La táctica solo refleja cómo con el desarrollo de relatos que mueven emociones se pueden dirigir decisiones de las personas y en especial de los electores que siguen estando lejos de propuestas, para centrarse más en la emotividad del discurso o de frases para recordar.
Pero más allá de las contiendas políticas, los candidatos, sus “genios” estrategas y publicistas, deberían saber que más allá de ganar una campaña se ha sembrado en el imaginario colectivo odios difíciles de sacar porque se están convirtiendo en la idiosincrasia colombiana.
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